sábado, 20 de noviembre de 2010

El clítoris de Sostres

Esta semana, y cuando todavía sufrimos la resaca 'Sánchez-Dragoniana', nos sorprende otra manifestación vomitiva e insultante de otro machista. El periodista Salvador Sostres es protagonista estos días por sus vergonzosas y repugnantes palabras sobre la opinión que le merece el sexo femenino.

     De nuevo, un medio de comunicación (la cadena pública Telemadrid) ampara hasta límites humillantes a este personaje infame que se sirve de los medios para estar en el 'candelero'. Lo que además debería escandalizar a los madrileños, a parte de las 'diarreas mentales' de Sostres, es que se paguen con el dinero público de sus impuestos. Parece que hemos llegado a un punto en el que las televisiones y otros medios de difusión necesitan de estos 'seres' que buscan lo que se supone que vende. Según ellos, para eso se los contrata. La audiencia debería pararse ya frente a estos impresentables y demostrar de una vez que no es lo que quieren ver, ni en su televisión, ni en su sociedad.

     Aunque otro medio de comunicación, esta vez el diario El Mundo donde escribe dicho personaje retrógrado y misógino, tampoco ha querido sacar los pies del tiesto. El periódico de Pedro 'Jota' Ramírez no se ha dignado a publicar el escrito-protesta que han firmado muchos de sus trabajadores desentendiéndose de las opiniones de Sostres. Pero, en las páginas de El Mundo sí hemos podido leer la defensa de un ofendido Salvador que se excusa de sus "declaraciones privadas", eso sí, en un plató de televisión y delante de varias cámaras.

     Desafortunadamente, las cámaras y demás contertulios no fueron los únicos que sufrieron los dislates sexistas del susodicho. El plató del programa dirigido por Isabel San Sebastian, 'Alto y Claro', estaba abarrotado de niños y niñas de Rabat, Cádiz y Tarragona. La periodista y directora del programa intentó zanjar una conversación (monólogo sostriano) que comenzó en unos sujetadores de una conocida marca y acabó en improperios varios, como insultos vejatorios contra la mujer y comentarios racistas hacia los jóvenes marroquíes presentes en el estudio. Se creció y ni las tablas de San Sebastián parecían poder pararlo.

     Como ya lo hemos escuchado demasiado sólo me queda decir que este señor ya es perro viejo y conocido por todos por sus palabras hacia nuestras ministras o cualquier mujer desconocida que ilustre un diario intentando defender el derecho a decidir qué hacer con su cuerpo. Por eso, no citaremos ninguna de sus palabras pero, quien sí las haya leido anteriormente sabrá interpretar lo siguiente. Si Salvador Sostres fuera una mujer, dirían que está frustrada sexualmente, que necesita que le den 'lo suyo' o que es una frígida amargada. Quizá si Salvador Sostres fuera una mujer se parecería bastante a aquello que él tanto desprecia de manera tan pública, insultante, indecente e intolerable. Le recomendaría que se reencontrara con su clítoris, 'eso' que para él mismo es "un mito". ¡Mierda! Acabo de hacer lo que no quería: citarlo. No volverá a pasar.

     (Ojalá individuos como Sostres dijeran lo mismo.)

martes, 2 de noviembre de 2010

Las mentiras y los muertos salen de sus agujeros

"Los cuernos y la muerte es lo único que tenemos asegurado en esta vida". Genial frase, que no puedo atribuirme, que resume los dramas que podemos crear. Será porque acabamos de pasar el fin de semana de los muertos vivientes por antonomasia (así como de Spiderman, Batman y otros despistados varios) o por los palos constantes en la misma mejilla, que esta frase me ha hecho especial gracia.

     Pero vayamos primero con aquellos: los 'cuernos'. La infidelidad es algo tan común en nuestra sociedad que debería resultarnos una falacia el mero hecho de firmar un contrato con esa única persona para el resto de la vida. Podríamos decir que los culpables no son ni ellos ni ellas, ni siquiera el tedio ni la rutina. La culpa, una vez más, estaría en los estereotipos y en las imposiciones sociales, todo ello aderezado con un poco de 'amén', 'mea culpa', 'carpe diem' y 'secula seculorum'. Efectivamente, la religión. Pero no todas las religiones.

     El catolicismo nos ha inculcado, de manera cruel y sufrida para muchos, que con la monogamia le estamos haciendo una reverencia a nuestra pareja. Una declaración de intenciones (o de no intenciones), un contrato de exclusividad que muestra a viva voz nuestro amor y respeto por el susodicho o susodicha. A la mayoría les vale. Y es que, cuan feliz es el ignorante.

     Además, cada vez se lo ponen más fácil a las ovejas descarriadas, a las almas débiles. Si es que incluso ya cuentan con empresas donde contratar un 'affaire' a medida, con todos los gastos pagados, incluida una creible coartada (que, con lo que cobran por ello, ya les vale dejar a nuestro/a 'cuchi cuchi' bien tranquilito/a en el hogar, dulce hogar). Pero, eso sí, allí los que entran saben a lo que van. O así se defendía de las críticas el creador del invento. Ya no pasa como antes que aquél infeliz se escudaba en el 'yo no sabía que estaba casado/a'. Exacto. El infiel sabe que va a lo que va. Aunque, como siempre, la otra mitad nunca sabe a lo que va su 'cari', su 'churri'. ¿O sí?

     Supongamos, pues, que el pobre infiel debió pensar aquello de que "la vida es corta" y que "sólo se vive una vez" y por ello, por qué conformarse con la misma compañía y en la misma cama por los siglos de los siglos. Porque en este mundo cada vez más individualista e insensibilizado (que no insensible) el respeto hacia el otro ha quedado en un segundo plano detrás de su más temible enemigo, el Ego. Si es que, al final, todos acabaremos en el hoyo y, una vez ahí abajo, sólo dirán de nosotros 'qué bueno/a que era' y, ¿quién se acordará de reprocharle, al pobre angelito, esa 'canita al aire'?