domingo, 11 de septiembre de 2011

9/11, New York City, in Memoriam



Pasaban las tres de la tarde y, como cada día, volvimos a nuestro puesto después de la hora de la comida. La tarea era la misma todos los días: examinar, cortar, clasificar y colocar los sellos y hojas bloque de Italia, Mónaco o Bélgica en tarjetitas en las que futuros ahorradores invertirían sus ahorros. Para aliviar el tedio y la ausencia de conversación de mi compañera de despacho, escuchaba en mi antiguo 'walkman' alguna canción de moda, de esas radiadas hasta la saciedad en mi emisora favorita. Todo parecía como de costumbre, con la resaca de las vacaciones de agosto ya pasadas, la rutina se instaló de nuevo en la oficina. Era un martes cualquiera. O eso pensábamos.


     En ese momento, mi compañera Raquel y yo recibimos la visita de rigor de Idamor (el único chico de la oficina) con su habitual pavoneo vespertino, con el que todos disfrutábamos, tanto él como nosotras. Pero esta vez no venía haciendo sus particulares bromas o comentarios jocosos. Nos miramos, yo totalmente aislada del ruido exterior gracias al volumen de la música en mis oídos, me hizo un gesto para que me quitara los auriculares. -"¿Estás escuchando las noticias?", me preguntó. -"No, es música", le dije. -"Pon las noticias, se han caído las Torres Gemelas".

     Tardé un par de segundos, primero en ubicar a las famosas Twin Towers de Nueva York. ¿Que se han caído?, ¿cómo? y lo más desconcertante, ¿por qué? Sintonicé una emisora de noticias y escuché por primera vez que dos aviones se habían estrellado contra el World Trade Center y que, tras varios minutos en llamas, ambas se habían desplomado. Las siguientes horas fueron muy inquietantes. Hace diez años no contábamos con la velocidad informativa actual, no había Twitter, ni Facebook para conocer en el momento qué estaba pasando ni teníamos imágenes del desastre en tiempo real. Pasarían otras cinco horas hasta que, ya en casa con mi familia, pude ver en televisión la magnitud del horror que todos conocemos.

     Desde aquel día muchas cosas han cambiado. Comenzamos a oír hablar de una peligrosa organización terrorista llamada AlQaeda y de su líder Osama bin Laden, dos guerras que aún continúan en Iraq y Afganistan, la seguridad mundial ha disminuído así como las libertades personales con medidas como la Patrioct Act americana. Además, los zarpazos del terrorismo yihadista saltaron el gran océano llegando al viejo continente con los ataques en Madrid del 11 de marzo y en Londres el 7 de julio. Las prisiones de Abu Ghraib o los centros de retención ilegal como Guantánamo son algunas de las consecuencias de lo que sucedió aquél día hace hoy diez años. De manera más frívola, queda recordar las infinitas penurias que los pasajeros debemos soportar al subir a un avión.

     La rabia y el dolor aumentan cuando aparecen testimonios y documentos que atestiguan la posibilidad de haber evitado todo esto. El 11-S podría haber sido un intento fallido de atentado y que no fue así por la inconsciencia humana, por el egoísmo, las envidias, la ausencia de profesionalidad y por anteponer los intereses personales al general, a la seguridad nacional. 

     Ahora aceptamos esas intrusiones en nuestras vidas, aceptamos dar nuestras huellas, fotografías (incluso de de nuestros iris) con la excusa de mantenernos a salvo; una seguridad ficticia que, aquel día a las 8.45 horas de la mañana, quedó bastante claro que no está garantizada. El político e inventor norteamericano Benjamin Franklin, uno de los padres fundadores de Estados Unidos, dijo: "Aquellos que pueden dejar la libertad esencial por obtener un poco de seguridad temporal, no merecen, ni libertad, ni seguridad".



Las fotografías de aquel día:


http://www.elpais.com/articulo/internacional/fotografias/septiembre/elpepuint/20110910elpepuint_7/Tes




Hubo otros héroes además de bomberos y policías: los fotoperiodistas.



Imagen: (c) Oded Ezer, artista tipográfico