domingo, 21 de agosto de 2011

El papa vino, vio y... ¿venció?

Un día, en el colegio, cuando era niña nuestra profesora de religión preguntó a la clase si sabíamos quién era el papa. Levanté la mano y contesté: "El fascista más grande del mundo". Cosas de niños, que escuchamos cosas y no sabemos ni lo que decimos, que nos quedan grandes hasta las palabras. Si me preguntaran ahora lo mismo tendría algún argumento más para sostener mis opiniones sobre este personaje que visita Madrid estos días.

     Desde el 16 de agosto la capital española recibe al santo padre en las jornadas mundiales de la juventud, idea promovida por su antecesor, Juan Pablo II quien, muy inteligentemente, vio en los jóvenes la carne católica del futuro, vamos, un público objetivo muy apetecible. Esto es marketing más que otra cosa.

     Madrid ha abierto sus brazos a Ratzinger a más no poder, sin escatimar en gastos ni halagos. Eso sí, desde el ayuntamiento se han hartado de afirmar que todos los gastos se sufragarían con dinero privado y de los propios peregrinos, nunca del erario. Quizá esto sea cierto, quién sabe, pero hay más gastos además de unas cuantas mochilas peregrinas y confesionarios de quita y pon.

     El millón de asistentes que llegaron para adorar al papa cuentan con ciertas concesiones por el hecho de vestir de amarillo: usan gratis el transporte público, los servicios sanitarios de la comunidad, establecimientos públicos y privados (como por ejemplo, el Museo Thyssen), etc. Para subsanar este desembolso 'indirecto', los madrileños (y todos los usuarios de fuera de Madrid que no profesen su fe católica a viva voz, literal) deberán  afrontar subidas en el transporte público de hasta un 50%, como es en el caso de Metro de Madrid (El Consorcio de Transportes deja de recaudar 12 millones de euros por el transporte gratis de peregrinos).

     Los agentes de policía local y nacional y la guardia civil que escoltan al jefe de estado y su séquito, así como barrenderos, sanitarios, etc. movilizados para el evento forman parte de servicios públicos sufragados por los madrileños. Porque no, no son empresas de seguridad ni sanidad ni limpieza privadas. Son los servicios de todos, que sí pagamos todos y de lo que hay que recortar porque "estamos en crisis".

    A parte dejamos los inconvenientes que han sufrido los ciudadanos de Madrid para los que estos días eran laborables y no de festejos circenses mirando al cielo condenando a pecadores. Esos que han sufrido cortes totales de calles, carreteras y autopistas, incluso impidiendo acceder a residentes. Esos cortes que eran "impensables" para la concejala de medio ambiente, Ana Botella, cuando la Unión Europea exigió una reducción del 50% de la emisión de gases por motivos de salud.

     Echo de menos a un gobierno ausente, arrodillado y doblegado ante el líder religioso de una parte de los ciudadanos. Que sí, que recibimos a un jefe de estado que merece ciertos movimientos protocolarios pero no viene con ese rol. B-16 viene a reprendernos por pecadores, por apartarnos de la senda y a llamarnos a abrazar una fe que considera descuidada en España. Eso sí, viene con sus zapatos de Gucci que poco tienen que ver con las alpargatas de pescador que usara Jesucristo alguna vez.

     Sin ánimo de ofender, desde luego, y siempre desde el respeto, muestro mi opinión. Por cierto, mañana también habrá cortes en los ejes de Prado-Recoletos y en la Gran Vía. Pero, todo esto compensará ya que, la visita del papa dejará unos beneficios de 50 millones de euros. Aunque, ¿quiénes los verán? Supongo que los de siempre: hosteleros, comerciantes, hoteleros y, como no, organizadores y políticos. Bueno, también espero que hayan cobrado buenas horas extras los 40 obreros que trabajaron 40 días sin descanso construyendo el altar de Cuatro Vientos donde Benedicto 16 ofició misa hoy.