domingo, 24 de octubre de 2010

'Requiem for a Mother'

El motivo por el cual una madre se entera de todo, lo sabe todo y conoce solución para todo aún nos resulta un misterio. La madre. El caso es que, aunque no lo queramos reconocer o ni siquiera seamos conscientes de ello, es a la madre a quien recurrimos cuando algo no va bien. Y ella siempre está, aunque ya se haya enterado o ya sepa el por qué de nuestra inquietud, para darnos esa solución que sólo ella puede dar.

     Con todos los peligros que nos acechan, somos pequeños bebés indefensos y ellas ese San Jorge siempre dispuesto a acabar con los dragones, los miedos y las amenazas.  Poco importan nuestros pecados o errores en los que podamos caer, muchos en potencia al ver el grado de las tentaciones que nos otean desde la oscuridad. Más allá de todo lo complicado, la solución llega siempre con las palabras de apoyo, los momentos de escucha sin fin y ese 'punto y a parte' materializado en un abrazo.

     También existe ese momento, que puede repetirse una y otra vez, en que nos damos cuenta que sólo en ese abrazo estamos a salvo del mundo. Cuando volvemos a ser pequeños y volvemos a estar protegidos. Como si alguna vez hubiéramos dejado de estarlo. Entonces nos fundimos en ese abrazo, nos encogemos sobre nosotros mismos y regresamos a ese estado en que todo era perfecto. No había problemas, ni temor, ni lágrimas. Todo era suave, cálido y tranquilo. Con su voz de fondo y su abrazo perpetuo.

     Si todavía alguien me rebate, que piense en esto: ¿Cómo intentas olvidar aquello que te atormenta, en la soledad de tu cuarto, cuando ella no está para hacerte volver al estado original? Siempre te mirará desde lo alto y te verá recostado, de lado, abrazando tus rodillas, escondiendote del mundo, buscando el calor y el abrazo protector. No existe una posición que nos cuide mejor de las amenazas externas como ésta. Ya nos lo recomiendan en el avión antes de que éste se estrelle. Por algo será.

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